“Una ventana en la pared” es una producción audiovisual de LA GACETA que ofrece un espacio de convergencia y encuentro de nuevas miradas y de nuevas voces. En esta ocasión invitamos a doce jóvenes estudiantes de entre 16 y 25 años para charlar sobre un asunto omnipresente en nuestras vidas: la política.
¿Qué es la política?
¿Relaciones de fuerza, poder, conflicto, alianzas, consensos? Con esta primera pregunta se activaban las bisagras del diálogo descubriendo un panorama de pensamientos reveladores, potentes y diversos entre este grupo de chicos y chicas que aceptaron el desafío y que inspiran al debate.
“La política es una herramienta de cambio de la que tenemos que apropiarnos los jóvenes, porque en los últimos cien años estuvo plagada de adultos”. Contundente y segura, Milagros Arghittu (22),estudiante de Derecho, inicia de esta manera la ronda de respuestas. “Hoy vemos muy pocos jóvenes en la escena política y en el escenario de la sociedad en general”, sostiene.
“La política es más que una herramienta de cambio”, completa Javier Soberón (24),estudiante de Filosofía. “El Estado funciona en base a las decisiones políticas que se toman, por lo tanto constituye también la manera en la que se va a desarrollar una sociedad. No existe la posibilidad de desentenderse de la política, es imposible porque es lo que configura el espacio social donde nos desenvolvemos”.
De acuerdo con esto, Alina Gramajo (21), estudiante de Historia, agrega que hoy nombrar la palabra política es igual a decir una mala palabra: “se crea un discurso anti política cuando en realidad esto también es una forma de hacer política. Tenemos que aceptar que todo lo personal y todo lo que nos rodea es político”.
“Termismo” político
La pregunta es qué piensan de la dicotomía izquierda y derecha. Antes de que termine de ser formulada Vancis Roda, estudiante de Derecho de 19 años, levanta la mano ansioso para pedir la palabra y responde con una convicción filosa: “son conceptos anacrónicos que no responden a nuestro estado de derecho, no responden a la forma representativa republicana que hemos adoptado. Políticos de distintos sectores, en su ‘termismo’, se amparan en esos conceptos y se niegan a observar una realidad en la cual puedan coexistir la propiedad privada con la justicia social; en la que puedan existir garantías de derechos humanos sin que eso devenga en un garantismo procesal que se convierta en otra cosa”.
Alina interviene en el diálogo: “Hoy en día se usan esos conceptos como referencias estigmatizantes, se los usa como insultos para el otro; sobre todo en las redes sociales como Twitter”.
“Yo creo que los términos sí son importantes, creo en el valor del lenguaje y en que nombrar las cosas sirve”, explica Lucía Aragón (22), estudiante de cine. “Sin embargo no son definiciones absolutas, asumir que una persona de derecha o izquierda va a adherir a todo lo de derecha o a todo lo de izquierda es asumir que esa persona no tiene un criterio propio y que sigue a un movimiento por inercia. Ese tipo de pensamientos son los que nos terminan estancando”, concluye.
Descontento en alza
“El discurso antipolítica crece por el descontento con los líderes políticos”, plantea con firmeza Vancis. “Hay mucha disociación entre lo que el político suele pensar que debe hacer y la realidad cotidiana”, remata.
Camila Romano (21), estudiante de Relaciones Internacionales, expresa que la falta de alternancia entre los líderes políticos de la provincia es desalentadora: “muchas personas se resignan y no ingresan en la política porque piensan que siempre van a liderar los mismos”.
“Se puede seguir, y está bien seguir con ideologías del pasado -reflexiona Yuri Saksonoff (16), estudiante secundario: pero hay que dar espacios a nuevas figuras y no quedarnos con los mismos y mucho menos santificarlos, porque cuando uno santifica perdona el error o puede obviar ciertas problemáticas que los políticos no solucionan”.
Vancis, respecto al tema, opina que no considera a los personalismos intrínsecamente malos: “creo que nos pueden ayudar a construir una identidad política, nos pueden ayudar a perseguir objetivos identificados y concretos. Sí creo que es perjudicial cuando ese personalismo se vuelve fanatismo que nos puede convertir en esclavos de pensamiento determinado”, detalla.